1. Diferencia entre los conceptos sexo y género
“Mientras que la diferencia sexual es biológica y consiste en la posición de determinadas características anatómicas y fisiológicas diferentes, el género es una categoría cultural, una construcción que una sociedad ha realizado con un conjunto de propiedades y funciones que ella misma atribuye a los individuos en virtud de su sexo biológico. A diferencia del sexo, el género es una categoría social y cultural, y por lo tanto histórica, y debe redefinirse para cada sociedad y cada época. Las diferencias conceptuales de género (‘femineidad’, ‘masculinidad’) no son conceptos empíricos, sino institucionalizaciones sociales, que pueden ser, desde luego, muy arraigadas y a veces confundirse con – o pretender fundarse en – el sexo biológico.” (Lértora Mendoza, Celina, “Epistemología y teoría del género” en En la encrucijada del género. Conversaciones entre Teología y Disciplinas, Virginia Azcuy (coordindora), Centro Salesiano de Estudios Salesiano de Buenos Aires (CESBA), Argentina, 2004, p. 40).
2. Ejemplo de la vida cotidiana
SEXO: Fabiola es una mujer con sexo femenino porque tiene sus atributos primarios y secundarios ante los cuales se evidencia sus características anatómicas y fisiológicas diferentes a las del varón (Carlos).
GÉNERO: Cristian es de sexo masculino, pero psicológica y sexualmente se siente identificado con la mujer. Convive con su pareja de sexo masculino (Camilo), que también es un gay. La persona gay, físicamente hablando, tiene todas las características anatómicas y fisiológicas de un varón, pero no siente tal.
OTRO EJEMPLO DE GÉNERO: La mujer en Paraguay, sobre todo en los pueblos, y con ciertos matices en las ciudades, es la “reina” del hogar. Por tanto, María es una señora, profesional competente, que, además de su profesión, se encarga de la crianza y educación de sus niños y niñas, de la economía, de la administración de la casa… Ella nunca tiene vacaciones y su trabajo dura las 24 horas. Si se arriesga a ocupar los “lugares públicos” tiene que ingeniárselas para cumplir (primero) con “su rol” de “reina del hogar”, madre, esposa, educadora. Y finalmente, si el “esposo bueno” le permite, puede dedicarse a lo “ajeno”, a lo profesional. ¿Qué tiempo le queda para vivir?, es una pregunta improcedente para ella. No hay lugar para las preguntas, y menos para la vida propia.
3. Identifico en mi formación religiosa un hecho donde se me ha marcado como mujer.
Recuerdo que mi sorpresa en el noviciado fue tan grande cuando me dijeron que las mujeres no podíamos acceder al sacramento del Orden, que de dicho sacramento sólo eran dignos los varones. Me preguntaba con fuerza por qué las mujeres sólo podíamos consagrarnos a Dios “sin poder” ejercer ese servicio. Trataron de explicarme que aquello era un designio de Dios. Una cuestión teológica muy importante, pero “difícil poder” entenderlo plenamente. Lo que sí me remarcaron fue que las mujeres, en la Iglesia, tenemos un rol “propio”, que nos pertenece conforme a nuestra “naturaleza femenina”. Todo el “poder” para los varones y los servicios auxiliares para las mujeres (educación, salud, pobres, marginados, lugares fronterizos…).
4. Definiciones de patriarcado. Creo que no necesitan comentarios, están más que claros.
El concepto de patriarcado sufrió ya una evolución a partir del siglo XIX en el pensamiento antropológico e histórico. Serán las feministas radicales quienes se valgan de dicho término como pieza clave de su análisis de realidad. Con él denuncian una situación sistemática de dominación masculina en la que hombres particulares aparecen como agentes activos de opresión sufrida por las mujeres. (Cf. Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, pág. 22)
“No todas las teóricas feministas utilizan el término patriarcado. Algunas prefieren usar el “sistema de género-sexo” (Gayle Rubin), aludiendo con ello cualquier organización, no necesariamente opresiva y jerárquica, de los géneros. Otras, como las radicales materialistas francesas, consideran que la existencia misma de los géneros – en tanto construcción cultural en torno al sexo biológico – forma parte de la estructura patriarcal.” (Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, pág. 24)
“Kate Millet, en Sexual Politics (1970), una de las obras fundacionales del neofeminismo, define el patriarcado como una política sexual ejercida fundamentalmente por el colectivo de varones sobre el colectivo de mujeres. A su vez, al término “política” le asigna el sentido de “conjunto de estratagemas destinadas a mantener un sistema”. Esta acepción amplia de “política” (no ya en el sentido estrecho de actividades de los políticos) era deudora de las teorías de la Escuela de Frankfurt – La dialéctica de la Ilustración de Horkheimer y Adorno había ejercido gran influencia en los planteamientos de la Nueva Izquierda, en la que militaban algunas feministas de la “segunda ola” -. El lema del neofeminismo: “lo personal es político” deriva de esta concepción amplia de “política”. El patriarcado será entonces concebido como una política de dominación presente en los actos aparentemente más privados y personales”. (Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, págs. 23-24)
“Considerar que el patriarcado es una política significa que no hay fundamento ontológico que lo legitime y explique. No hay esencias masculinas y femeninas eternas que estén en la base de la división sexual del trabajo o en las conductas que se consideran correctas para cada sexo. (…) El patriarcado no es una esencia, es una organización social o conjunto de prácticas que crean el ámbito material y cultural que les es propio y que favorece su continuidad.” (Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, págs. 26-27)
“Celia Amorós considera patriarcado y sistema de género-sexo como sinónimos, ya que, sostiene, un sistema igualitario no produciría la marca de género. Este es el signo de la pertenencia a un grupo social con determinadas características y funciones. La socialización de género tiende a inducir una identidad sexuada, determina un rango distinto para hombres y mujeres y prescribe un rol sexual (desde los gesto hasta las actividades sexuales y laborales, pasando por la moda, las diversiones, etc.).” (Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, pág. 25).
“Un rápido recorrido de los periódicos y los telediarios nos convencerá de que el poder económico, el poder político y el control armamentístico siguen siendo un asunto de hombres. También el poder religioso sigue estando en manos masculinas, como lo demuestra la oposición férrea que despiertan las reivindicaciones de sacerdocio femenino en las grandes religiones, y particularmente en las autoridades vaticanas actuales:” (Puleo Alicia, Patriarcado, en Celia Amorós, Diez palabras claves sobre mujer, pág. 26)
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