RELACIONES DE GÉNERO EN LAS IGLESIAS (2)

Semana del 2 al 8 de febrero

Esta semana se nos invita a descubrir con otras personas, aspectos de nuestra vida que están desempoderados, fortalezas personales y de otras mujeres que son formas de poder que podrían desplegarse a las áreas de nuestra vida que lo necesitan. Y a elaborar un plan de recuperación de espacio de poder que hemos cedido, teniendo en cuenta la forma de poder que deseamos utilizar en las relaciones. Desde esta perspectiva, me ha gustado mucho volver a leer el texto del Segundo Libro de los Reyes 4, 1 – 7:

Una de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo diciendo: “Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Dios. Pero el acreedor ha venido para llevarse a dos hijos míos como siervos.” Eliseo le dijo: “¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime qué tienes en tu casa”. Ella respondió: “Tu sierva no tiene ninguna cosa en la casa, sino una vasija de aceite.” Él le dijo: “Ve y pídeles vasijas prestadas a todos tus vecinos, vasijas vacías, todas las que puedas conseguir. Luego entra y enciérrate junto a tus hijos. Ve llenando todas las vasijas y poniendo aparte las que estén llenas.” Se fue la mujer y se encerró con sus hijos. Ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a uno de sus hijos: “Tráeme otras vasijas.” “No hay más vasijas”, respondió él. Entonces cesó el aceite. Ella fue a contárselo al hombre de Dios, el cual dijo: “Ve, vende el aceite y paga a tus acreedores; tú y tus hijos vivid de lo que quede”.

Esta mujer había perdido todo o casi todo: murió su marido y perdió la seguridad, el afecto, la significatividad social; a causa de las deudas, estaba a punto de perder a sus hijos… y más aún, algo en ella estaba a punto de morir, algo en su fuero interno que la podría poner en dinamismo de búsqueda de algo alternativo. Los últimos resquicios de este dinamismo interno, la llevan a recurrir a alguien que está “fuera”, alguien que sin embargo, es capaz de resituarla, de colocarla en posición de mirar “dentro”, de preguntarse qué tiene en su casa. Y entonces se da va gestando un movimiento precioso: ella es capaz de reconocer tímidamente que tiene algo, algo en medio de muchas “nadas”. Una vasija de aceite que estaba avocada a terminarse si alguien no cambiaba el curso de su historia. Para multiplicarse se ha de contar con otros/as, con las vasijas vacías que tienen todos/as los vecinos/as.
Pero las vasijas vacías de tantos no se pueden llenar si no es desde la experiencia de la soledad creativa y de la solidaridad. La mujer y los hijos han de encerrarse y de trabajar desde dentro para llenarlas. Cuando se acaban las vasijas, es decir, cuando la vida de todos/as ha sido restaurada, cuando la dignidad se ha puesto de pie, se acaba el aceite. Entonces es posible pagar las deudas y vivir con lo que ha quedado de este entretejido de identidad recreada, solidaridad, soledad deliberada y creativa, potenciación, empoderameinto…

¿Qué tiene que ver este texto con el empoderamiento, y qué es el empoderamiento?

Es importante recordar que después de la Conferencia de Beijing (1995), se consolida la idea de la potenciación de las mujeres en la sociedad, la idea del empoderamiento, de la necesidad de que las mujeres contribuyan en plenitud de condiciones y de capacitación para la construcción de la sociedad. El empoderamiento, esa potenciación del papel de la mujer, pasa por tres elementos clave que fueron desarrollados en Pekín y aceptados como ejes fundamentales del avance de las mujeres en la sociedad: los derechos humanos, la salud sexual y re-productiva y la educación.
Por eso, a la luz de este texto y de estos elementos claves, es importante que todas las mujeres nos preguntemos: ¿qué va muriendo en nosotras? ¿qué ha muerto ya? ¿qué aceite tenemos o nos queda? ¿cómo y con quiénes potenciar este aceite para multiplicarlo para vivir y para ayudar a vivir a otras/os?
Es evidente que en cada uno de estos elementos claves hay niveles y ámbitos. Se trata de una toma de conciencia personal y colectiva que nos ayude a incidir en el cambio tanto en la vida personal como familiar, social, eclesial… Se trata de detectar qué en mí/nosotras no tiene PODER para generar vida y aprender juntas/os a decir mi/nuestra palabra y ofrecerla porque la creo/creemos válida para ir haciendo posible un mundo más parecido al sueño de Dios.

La idea de hacer un plan personal de recuperación de espacio de poder que hemos cedido es una invitación que desafía porque tiene implicaciones. Recuperar poderes cedidos implica replantearte algunas dimensiones de la vida, implica asumir responsabilidad sobre tus acciones, decisiones, expresiones. Implica saberte y actuar como sujeto, protagonista de tu propia vida. Implica la valentía de no abdicar la responsabilidad de tu propia vida en otras personas. Si yo recupero poderes que tengo cedidos, mis cambios afectan a otros/as, por lo menos por la sorpresa que un cambio supone en sí mismo.

Quiero terminar compartiendo con ustedes un poema de Julia de Burgos que me encanta precisamente porque ella expresa que esta toma de conciencia y de responsabilidad sobre su propia vida la separaba más y más de los lejanos horizontes aprendidos hasta que su rostro fue tomando la expresión que le venía de adentro... y esta experiencia de liberación íntima hizo que el homenaje preparado no para ella sino para lo que esperaban que fuera, se quedara esperando.

YO MISMA FUI MI RUTA
(Julia de Burgos)

Yo quise ser como los hombres
quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.

Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas
para alcanzar el beso de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas
el aleteo desesperado de los troncos viejos.
Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote
la mirada mía se separaba más y más y más
de los lejanos horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando
la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba
un sentimiento de liberación íntima;
un sentimiento que surgía del
equilibrio sostenido
entre mi vida y la verdad
del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia, de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.
Y fui toda en mí como fue en mí la vida,

Yo quise ser como los hombres
quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.

Giselle